Sigo sin entender por qué releí «El informe de Egan» en lugar de ocuparme de otros libros pendientes. Y al final te cuento.
«El informe de Egan» es una novela sobre el vínculo (roto) entre un padre y su hijo. Cuenta la historia de dos hombres, Juan y Javier Egan.
Está dividida en tres partes denominadas Bar Dockers, Cabo Brenan y Odense.
El informe de Egan
I. Bar Dockers
Esta parte narra la historia de Juan Egan, el hijo abandonado.
Juan es fotógrafo de un diario. Su vida transcurre como siempre hasta que recibe el llamado de su padre, quien ha vuelto y quiere verlo.
No tienen la mejor relación, son distantes y fríos.
Ese llamado dispara recuerdos que permiten conocer cómo Juan vivió el abandono de su padre. La historia pasada se reconstruye, entonces, a partir de recuerdos y más adelante, del diálogo entre padre e hijo. También se conoce un poco más sobre Clara, la madre de Juan, la mujer abandonada, que murió de una enfermedad.
Don Egan se va. Olvida una postal del lugar donde vive. Juan la encuentra, decide visitar a su padre y parte hacia Cabo Brenan. Pero antes, compra la Dodge que pertenecía a su padre. Y en ese vehículo recorrerá kilómetros viendo médanos, cadáveres abandonados en una cisterna y mucha arena.
En esta parte hay algo que no entiendo: la muerte de un tal Igancio Trepat, un personaje que en principio parece que va a ser importante para la trama pero que desaparece al cabo de unas páginas.
II. Cabo Brenan
Cuenta el presente de Javier Egan, la vida que comparte con Tamara, una ex alumna por la cual abandonó a su familia.
Javier Egan se fue a vivir a Cabo Brenan y ahí pasa los días ocupado en tareas de apicultor y en la escritura de una novela.
Tamara es hija de Van Opstal, el dueño de un hotel abandonado en medio de la nada y asediado por las termitas.
Van Opstal es un sobreviviente de un campo de concentración alemán que tiene una extraña relación con el señor Brandi (a quien creo que maltrata un poco) y con el cual charla sobre un campo de concentración y una checa que recitaba una novela.
Y está la señora Blixen, la cocinera del hotel. No hay mucho más que eso.
En esta parte me desconcierta el señor Brandi, un viajante gordo que de vez en cuando se hospeda en el hotel, acompañado por prostitutas a las que les paga para que actúen como si fueran sus esposas.
Brandi mantiene con Van Opstal diálogos raros y poco verosímiles que de a ratos me perdían, me sacaban de la trama.
III. Odense
En esta última parte vuelven a unirse los dos hilos narrativos. Juan llega a Cabo Brenan, se hospeda en el hotel Odense y conoce al resto de los personajes.
No pasa mucho más, no hay nada para destacar. Es el cierre de la novela, el ajuste de cuentas entre un padre enfermo que pronto morirá y su hijo. Con las cuentas saldadas, Juan regresa y deja atrás a su padre.
No sin antes nadar junto a Tamara y exponerse a los peligros del mar, aunque al final no pasa nada.
¿Qué pienso de «El informe de Egan»?
Está escrita con un prosa limpia, transparente, que describe situaciones, lugares y personajes de forma pausada, a veces un poco tediosa para mí.
No he leído otras obras del autor, por lo que no sé cómo escribirá ahora o cómo lo hizo antes de este libro. Pero me pareció que es un libro experimental, un libro que fue escrito como una búsqueda por parte del autor. Habría que preguntarle.
Creo que es una buena lectura de descanso, no por liviana sino por lo ágil de la prosa y lo simple de la trama.
Tal vez en esta relectura encontré algunas cositas que me resultaron innecesarias o que estaban de más. Y algunos lugares comunes.
A veces me parece que los personajes secundarios que están ahí con el pretexto de forzar ciertas situaciones y retrasar el desenlace de la trama. Como por ejemplo, el viejo Van Opstal y el señor Brandi.
En fin, no fue un buen reencuentro. Releí esta novela en 2021 porque guardaba un buen recuerdo de la primera lectura. Tal vez eso hable más de mí como lector que de la novela en sí, una historia que podría haberse contado en menos páginas. Pero yo no soy el autor, así que mejor no hablo.
🔸 El informe de Egan – Gabriel Bellomo – Editó Mondadori en 2007 – 224 páginas (23x14cm)